CIUDAD DE MÉXICO.– El 87% de la población asegura prestar más atención a llevar una dieta equilibrada. Es una de las conclusiones que se desprende del Barómetro FOOD 2025 de Edenred, que remarca que se trata de un porcentaje que ha crecido con respecto al mismo informe del año pasado (82%). De acuerdo con el documento, el concepto de ‘saludable’ ha cambiado. Los consumidores ya no se guían por sellos ni etiquetas: el 96% prioriza la frescura de los productos y el 82% reclama más verduras en el plato. En cambio, las opciones veganas y vegetarianas bajan posiciones y solo son decisivas para el 35%.
En definitiva, comer bien preocupa, y mucho. Sin embargo, algunos bulos que giran alrededor de la alimentación sana parecen no marearse nunca. Por ello, durante la presentación del informe, de la mano de Hostelería de España y la Academia Española de Nutrición y Dietética (AEND), se han expuesto algunos mitos y realidades sobre cumplir con una dieta equilibrada.
Mito. Como afirman desde la AEND, “si no hay intolerancias, al final lo que puede haber es una pérdida de nutrientes a la hora de alimentarnos”. En concreto, una dieta sin gluten puede llevar a sufrir una deficiencia de fibra, de vitaminas o de minerales; así como aumentar el riesgo de padecer obesidad o afectar negativamente a la salud ósea o cardiovascular.
Realidad. “No pierden propiedades como tal, sino ciertas vitaminas. Sin embargo, ganan en otros nutrientes que se generan al cocinar o a nivel de digestibilidad”, aclara la sociedad científica, que recuerda que en un contexto de dieta equilibrada, es importante incluir tanto verduras cocinadas como crudas.
El pan, la pasta, el arroz y las patatas engordan.
Mito. Los carbohidratos están demonizados para muchas personas y, por ello, es lo primero que retiran de su alimentación para bajar esos kilos de más. No obstante, esto no es bueno para la salud porque el cuerpo podría entrar en cetosis al cambiar un poco la ruta para obtener energía. Esto causa efectos secundarios, como dolores de cabeza, estreñimiento, dolores musculares o debilidad.
Por tanto, culpar del aumento de peso a un nutriente, como el hidrato de carbono, carece de sentido. Además, no hay pruebas suficientes para sacar conclusiones sobre si los carbohidratos en su forma de azúcar tiene o no implicaciones en el peso corporal, a excepción del consumo de refrescos en niños y adolescentes.
Realidad. Los productos no aportan menos calorías que los refinados. El valor energético es el mismo en ambos casos, pues se trata de la misma materia prima original. No obstante, los alimentos integrales tienen una mayor cantidad de fibra, mientras que los refinados aportan más azúcares. En este sentido, al contener más fibra y minerales, el efecto saciante es mayor, lo que ayuda a mantener y controlar el peso.
Por otra parte, ayudan a regular el tránsito intestinal y a reducir los picos glucémicos, siendo más recomendables, por tanto, en personas diabéticas.
Mito. Lo importante, recuerda la AEND, es comer fruta, sea cuando sea: “Cada persona puede encajarla en su dieta diaria como le convenga”.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda la ingesta de al menos 400 g de frutas y verduras al día (no incluyendo las patatas y otros tipos de tubérculos) para prevenir diversas enfermedades y carencias de micronutrientes. Las enfermedades crónicas más frecuentes en individuos con un bajo consumo de frutas y verduras son las cardiopatías, el cáncer, la diabetes y la obesidad.
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